Cuando el Micrófono se calla: Por qué la Suspensión de Jimmy Kimmel debería Alarmar a todos los Demócratas y Republicanos por igual.
Como abogado, estoy acostumbrado a mirar más allá del titular y hacerme una pregunta sencilla: ¿cuáles son las señales institucionales?
Esta semana, ABC retiró indefinidamente Jimmy Kimmel Live! después de su monólogo sobre el asesinato de Charlie Kirk, en medio de presiones de la FCC y amenazas de las afiliadas. Si eso suena como “solo una decisión de televisión,” la historia sugiere lo contrario. Las democracias rara vez caen en un solo momento dramático. Se erosionan con cada “excepción,” una suspensión, una reunión editorial enfriada a la vez.
Cancelación de Jimmy Kimmel y la libertad de expresión en los medios
No tienes que ser fan de Kimmel (ni de la comedia nocturna) para ver lo que está en juego. Cuando los reguladores insinúan consecuencias y las afiliadas poderosas amenazan con apagones, los líderes corporativos (por diseño reacios al riesgo) optan por el camino “seguro”: suspender al conductor, editar el segmento, cancelar el programa. No es una bota militar en la puerta; es algo más sutil: un clima de miedo.
Los ejecutivos se dicen que es “temporal.” Los productores evitan ciertos temas. Los guionistas suavizan los chistes. El público poco a poco olvida cómo se veía la disidencia real.
En términos de ciencia política, esto es control informal: tercerizar la censura a actores de mercado que responden a señales políticas. Así es como la libertad se reduce sin prohibiciones formales.
El manual autoritario: cortes, límites y medios
Venezuela no amaneció de un día para otro autoritaria. Hugo Chávez comenzó remodelando las instituciones: una ley de 2004 amplió y politizó la Corte Suprema, debilitando la independencia judicial. En 2009, un referéndum eliminó los límites de mandato, quitando un freno esencial al poder ejecutivo.
Nicolás Maduro luego aceleró el proceso: en 2017, el tribunal leal usurpó los poderes de la Asamblea Nacional opositora y una Constituyente a la medida la reemplazó. Lo que siguió fue una represión sistemática contra la sociedad civil y la disidencia, documentada por la ONU y grupos de derechos humanos.
La gente seguía yendo a trabajar. Las tiendas abrían. El fútbol se transmitía. Pero paso a paso, el espacio para hablar, organizarse y votar con sentido se encogió.
Por qué las sociedades no ven el retroceso democrático a tiempo
“Pero es solo un programa…”
Eso mismo decían muchos venezolanos mientras los cambios se acumulaban. Cada acción individual parecía explicable: una reforma judicial aquí, una regla mediática allá, un aplazamiento “por estabilidad,” un arresto aislado de un “problemático.” Ningún acto por sí solo parecía el fin de la democracia. Juntos, reconfiguraron el sistema.
Cortes, medios y límites: Lecciones de la suspensión de Kimmel
Cuando la mayoría reconoció el patrón, las palancas para revertirlo: tribunales independientes, medios competitivos, elecciones creíbles, ya se habían debilitado.
Señales recientes en EE. UU. deberían preocuparnos:
Un regulador federal presionando públicamente a una cadena sobre discurso político.
Afiliadas que se niegan a transmitir a menos que un comediante se disculpe y pague, estableciendo en la práctica condiciones políticas para hablar.
Un patrón más amplio en el que cancelaciones mediáticas coinciden con críticas políticas controversiales (como el debate sobre la próxima salida de Colbert), aunque las cadenas insistan en motivos financieros.
Nada de esto significa que EE. UU. “es Venezuela.” Significa que los mecanismos de presión blanda, empujones regulatorios, palanca empresarial y la indignación partidista pueden normalizar castigos basados en el contenido. Y una vez que se normalizan, rara vez se detienen en un solo objetivo.
Los giros autoritarios son sentidos al final por el ciudadano común. Las escuelas abren, se vende gasolina, los deportes se transmiten. Pero:
Los periodistas se autocensuran para mantener sus programas al aire.
Las organizaciones sin fines de lucro enfrentan nuevas reglas que limitan su capacidad.
Las familias de figuras opositoras comienzan a ser hostigadas (primero “aisladas,” luego de forma rutinaria).
Las elecciones “ocurren,” pero con reglas inclinadas, conteos opacos y rivales descalificados.
Cuando la gente que no es activista lo siente directamente, ya es estructuralmente difícil revertirlo.
Cómo responde las democracia: Cortes, sociedad y valentía corporativa
Una respuesta democrática se ve así:
Defensa del discurso desde todos los partidos: puedes odiar un chiste y aun así rechazar suspensiones presionadas por el Estado.
Insistir en la independencia clara entre reguladores y decisiones editoriales.
Valentía en la sala de juntas: líderes corporativos que valoren la legitimidad institucional a largo plazo por encima de evitar riesgos inmediatos.
Vigilancia cívica: apoyar medios independientes; respaldar grupos legales que defienden la Primera Enmienda; reconocer a los medios que resisten la presión.
La lección de Venezuela no es el fatalismo, es el tiempo. Si esperas hasta que el peligro sea innegable, por lo general ya es demasiado tarde. El momento de actuar es cuando las primeras “excepciones” se presentan como algo sin importancia, como un solo programa que sale del aire.
La democracia no se pierde en un apagón, se va apagando, un foco a la vez. Nuestro trabajo es volver a encenderlos.